jueves, 24 de febrero de 2011

Divagaciones de una mente atolondrada


El sol renace,
en la ciudad despierta,
pilar de humo.


Cierro los ojos,
Nubes en la ventana
mi tierra atrás.


Vibran las cuerdas,
una vieja guitarra,
un nuevo mundo.


Folio en blanco,
afilando mi lápiz
risas y llantos.


Ciudad dormida,
Cronos en movimiento,
fluyen lágrimas.


Cerezo en flor,
cargado de deseos
caen sus hojas.


Tierra de nadie.
Libertad destronada
por nuevas tribus.

miércoles, 23 de febrero de 2011

¡Wynn está lleno de Wynnáceos! Capítulo II: Sueños de grandeza


Al ver el azulado planeta tan cerca de ella, Zedt empezó a dudar. ¿Cuántas cosas se había propuesto y cuántas había conseguido? ¿En cuántas quiso destacar y en cuántas lo consiguió? ¿Realmente estaba condenada a ser una mortal con sueños de grandeza que jamás llegaría a palpar en la realidad? pero ahora era tarde para echarse atrás. Ahora tenía que volver a intentar conseguir algo grande, pues aunque le doliera saber que no había conseguido nada especial, le encantaba la sensación de esperanza que albergaba su corazón momentos antes de que todo se resolviera.

Zedt era alta, sobrepasando varios centímetros la media Wynnácea, con una larga melena rojiza y de piel verde oliva. Sus brazos eran más largos que los de los humanos, al igual que las piernas. Sus pies poseían solamente dos dedos, al igual que sus finas manos. Sus siete pequeños ojos rojo fuego le daban luz a su cara, con dos carnosos labios y un pequeñito orificio central para poder respirar. En los laterales de su redonda cabeza, poseía otros dos pequeños orificios, casi indetectables por el ojo humano, con los que escuchaba. Con vientre plano y pechos turgentes, Zedt conseguía arrebatar la mirada de todo aquél que pasaba por su lado, sin que ella se diera cuenta.

Alegre, amable, distraída, patosa, sonriente, ilusionada e inocente podríamos definir a Zedt, pero también era demasiado sensible, melancólica, enamoradiza, solitaria, indecisa y muy independiente. Sin embargo, Zedt necesitaba proyectar pequeños triunfos en su vida y conseguirlos para poder darle sentido, pues sin ilusión y sin una meta que cruzar, ella no era feliz.

Y allí estaba en ese momento, contemplando por la ventana el majestuoso planeta que se aparecía ante la nave y dudando, nuevamente, de su capacidad por hacer algo que los demás pudieran admirar.

La vida de Zedt era plana, le encantaba mirar los charcos que dejaba la lluvia, servir Yukaki para dos y hablar de su punto de vista, aunque no fuera sensato. Sí, era, pues Zedt se había propuesto empezar una nueva vida a partir de su aterrizaje en la Tierra. Sí, una nueva vida, en la Tierra. No estaba segura de conseguirlo, pero esa sería su segunda meta, quizás más fácil de conseguir y más dolorosa en su fracaso.

Bien, voy a poner la nave en aterrizaje automático, porque esto de alcanzar suelo terrestre es muy complicado y a mí, con mi edad, me quedan pocas neuronas y necesito esas pocas para contestar las ruedas de presa cuando me haga famoso por llevar a cabo esta grandísima proeza. Estoy seguro que todos los aprendices de piloto me admirarán, y como entenderéis debo decir cosas simples con unas grandiosas palabras, como todos los hombres de prestigio han hecho a lo largo de nuestra historia. Por tanto, sentémonos a charlar un rato, que esto se hace solo, es como las palomitas de microondas: tú le das a un botón y acaban explotando por sí solas.¿Por qué habéis decidido embarcaros en esta loca travesía? - preguntó el capitán.

Pues verá, yo porque me aburría sin hacer nada en casa. Además, quiero que mis padres y mi hermano se sientan orgullosos de que me convierta en alguien importante, aunque a esto también hay que añadirle otra importantísima ventaja: ¡seré el rey de las nenas!, lo que se traduce sexo asegurado y sin compromisos... - dijó Knao mientras sus ojos color miel brillaban de felicidad.

¡Si es que escucharte es escuchar una sarta de estupideces, Knao! Pues yo, lo hago por mí, por sentirme yo orgullosa de mí misma y no por nadie, además así puedo saciar... - decía Zedt hasta que Kyu la interrumpió con un basto comentario.

Pues tú tampoco te quedas atrás Zedt. ¡Bien, conseguiremos que dejes de ser esa niña tonta que nunca está feliz con lo que consigue! ¡Por el amor de Dios, tía, relájate!. ¿Sabéis por qué decidí pilotar esta nave? Pues porque me pagan un montón por darle un botón y supervisaros, además, todos me conoceran como Kyu, el hombre que enunció una cultísima frase al pisar la Tierra: "Esto es un pequeño paso para un Wynnáceo, pero un gran paso para la Wynnacidad". - Soñaba Kyu hasta que repentinamente, las cosas empezaron ir mal.

Estruendosos ruidos envolvieron el ambiente mientras la velocidad aumentaba rápidamente.

¿Tenéis calor? - preguntó Knao.
Knao, ¡qué cosas preguntas en estos momentos...! Creo que es obvio que tenemos calor... - respondió Zedt.
Pues creo que es porque parte de la nave está en llamas, pero no me hagáis mucho caso, aún no he hecho las pruebas que lo aseguren científicamente... - enunció Knao.

¡Wynn está lleno de Wynnáceos! Capítulo I: Un sueño muy fácil de conseguir


Desde el espacio, la Tierra parecía mucho más interesante e infinitamente más impresionante: una enorme esfera redonda y casi completamente azul girando siempre en su órbita. La tierra reinaba sólo en un tercio de su superficie, aunque en ella apenas existía una parte libre de naturaleza pura. Todo estaba edificado, enormes edificios se alzaban como intentando retar a la gravedad. Larguísimas autovías en las que se erguían seguros puentes unían lo que el océano separaba.
Sólo hacía falta compararlo con otro planeta de su alrededor para saber que algo había hecho que la Tierra tuviera todo lo que los demás no parecían haber descubierto.

¿Estás segura de que quieres embarcarte en este viaje? Realmente, no sabemos si existen criaturas allí, ni siquiera si son seres racionales... - dijo el capitán Kyu a Zedt, quién parecía estar muy segura de su elección.

Hay tantas cosas por ver... La naturaleza, los seres que la habitan, esos edificios... No sé, creo que éste es el proyecto de mi vida. - afirmó Zedt mientras sonreía.

Cuándo acabó toda la formalidad necesaria para los papeleos, el chequeo de los trajes, el reparto de comida y demás follones que siempre se lían en Wynn cuando una nave salta al espacio, consiguieron despegar.
Los demás Wynnacéos, es decir, los habitantes de Wynn, miraban la nave con alegría, pues sabían que podrían hacer historia, pero también se podía apreciar una pequeña mueca de tristeza ya que en lo más profundo de su mente sabían que, probablemente, el escuadrón no volvería jamás.


Pasaron cuatro tediosos días antes de divisar la Tierra. Cuatro extraños días, llenos de complejidades, como cuando querían ir al baño, de racionamiento de comida, de intimidad nula y llenos de momentos en los que el pánico se coronaba como rey del Enestyuin.

Según mis coordenadas y demás datos que nadie entiende aquí salvo de mi persona, aterrizaremos en la Tierra dentro de dos horas. Exijo, como capitán del Enestyuin, que en el caso de que algo terrible nos aconteciera, la principal vida a salvar es la mía, pues nadie más sabe cómo funciona este trasto y sin mí, estáis igualmente condenados a la muerte.
Recordad que debemos ser cautelosos y armar poco revuelo, pasar entre ellos como uno más, pues no sabemos sus intenciones frente a extranjeros ni lo que son capaces de hacer.
Podéis tomar pequeñísimas muestras de plantas, frutos y demás, pero jamás, y repito jamás, podemos llevarnos de la Tierra a un humano, ¿de acuerdo? - dijo firmemente el capitán mientras esperaba la pronta respuesta de Knao y Zedt, su tripulación.