jueves, 28 de abril de 2011

Our life is bigger than you...



Decidida cruzó el paseo marítimo rumbo al mar alegrándose de la poca gente que en ese momento se encontraba en aquella playa. Un pequeño barco surcaba el horizonte creando sueños de los niños más pequeños. El cielo azul hacía parecer que el mundo hoy estaba de buen humor y el sol parecía estar sonriendo en la piel de cada uno, bañándolos con su luz.

Cuando Sofía hubo llegado a la orilla, situó todas sus cosas lo más lejos posible de los demás, que al igual que ella, disfrutaban del olvido del sinsentido de la vida diaria. En esa playa parecía no existir el ruido. En su mochila, un libro, algo de comer, una bebida y sobre todo un mp3 cargado de música, sobre todo música. Fuera, su guitarra.

Como llevaba haciendo desde que era consciente, después de dejar sus cosas y quitarse la ropa, dejar sus converse por ahí desatadas y parar de quemar suela, se mojó los pies como dándole una pequeña bienvenida a la inmensidad que la rodeaba.

Allí, los niños parecen jugar más felices, nada les molesta, años de playa que forjan risas de adulto, cuando reír es algo más que mover un músculo. Allí, los padres parecen no tener mayor preocupación que vigilar a los pequeños, tener una bebida fría, patatas fritas y una buena compañía. Allí, parece que a los solteros no les molesta la soledad. Allí, los tristes no parecen estarlo, simplemente se están relajando, perdiéndose. Allí, los adolescentes parecen encontrar el amor y los viudos se sumergen en esa cálida sensación de recordar el amor. Allí, los juegos de cartas parecían divertir el doble y los deportes no costar esfuerzo físico. Allí parecía no haber ruido para la mayoría de sus visitantes.

Sofía siguió adentrándose en el mar, poco a poco, los muslos, las caderas, la tripa, el pecho... la cara, el pelo... mientras el Sol la miraba sonriente, tan sonriente que el reflejo de su luz quedaba en el pelo de la muchacha aclarándoselo, tiñéndolo de betas claras.

No había nada que pensar allí dentro por lo que decidió tomarse todo el tiempo que quisiera y más. Seguidamente, cuando empezó a sentir frío, pues la brisa secaba las gotas que resbalaban en su piel, se tumbó al sol a escuchar música. Una canción tras otra, una mejor que la anterior hasta que se quedó dormida.

Se despertó y ya atardeciendo decidió tocar la guitarra. Perderse en las notas, perderse en otro nivel de realidad en el que no importa nada. Sólo importa que nada importa, y empezó a cantar.

Oh no, not me
We never lost control
You're face to face
With The Man Who Sold The World...

Cuando la noche cayó, emprendió camino a casa y el agua caliente empezó a recorrer su cuerpo, ¿qué mejor que una ducha para acabar un día así?.

-Eso es todo lo que hizo.- dijo Alberto.
-Pues no entiendo porqué está tan feliz.- respondió Allan.
-Parece que se te olvida que es la misma persona que para desayunar toma cacahuetes.- contestó Alberto riéndose entre dientes.

viernes, 15 de abril de 2011

E ele ele a



A contraluz, sus manos parecían más elegantes de lo que eran. Esbeltos dedos rozando el marfil de las teclas de aquel viejo y dichoso piano. Con el pelo recogido, su pequeño rostro se veía mejor, pudiendo así observar cómo cada nota nacía de su interior. Ojos grandes y negros fijados en ninguna realidad presente, postura erguida y sólo un fino camisón rojo cubría su blanco cuerpo. No sé si fue la música o su sonrisa pero en ese momento, me enamoré de ella.

Notas fluyendo por mi mente que me daban el silencio que necesitaba. Tanto tiempo escuchando ese ruido no era bueno. Ahora el tiempo no contaba, podría haberme pasado las horas viéndola tocar ese maldito piano, sin embargo, preferí acercarme a su cuello y besarlo. Su piel era suave, su respiración se aceleró y el vello se erizó dando la bienvenida a nuevas sensaciones, pero no quería que dejara de acariciar esas teclas.

Sabía perfectamente que jamás debí dejarle renunciar a ello. La música es vida pero el amor no entiende y los genios están locos.

Piano, guitarra eléctrica, ¿qué polos opuestos estaban en contacto, no es así? Podían derretirse y ambos lo sabíamos, pero la música es otro lenguaje, algo tan tuyo, que cuando otra persona acepta la tuya, hace que se cree un lazo que nadie entenderá, probablemente ni la otra parte pero para tí, esas canciones, esos acordes tendrán una visión, un sabor diferente.

No sé si fue el piano o fue su sonrisa, pero acabábamos perdiendo la cabeza.

viernes, 8 de abril de 2011